"A lo largo de veinte siglos, hubo papas santos, caritativos, humildes, bondadosos, honestos, altruistas, intelectuales, sabios y mártires, pero también hubo heréticos, asesinos, descreídos, sádicos, sodomitas, simoniacos, idólatras, belicosos, con hijos ilegítimos, aristócratas, esclavos, casados, viudos, hijos de sacerdotes, mártires en el exilio, desaparecidos en accidentes violentos, asesinados". Así describe el catedrático de ingeniería química de la Universidad de Córdoba, Luis Jiménez Alcaide, en su obra Los Papas que maracaron la historia, alguno de los caracteres y circunstancias de lso obispos que han oucpado el sillón de Pedro. Semejante descripción, nos da buena cuenta de lo variopinto del perfil de cada uno de sus sucesores, así como de la sociedad a la que pertenecieron, la cual consintió, bien por convencionalismos de la época o bien por el poder eclesiástico, que permitía la imposición religiosa a todos y cada uno de estos líderes.
PEDRO, ¿LA PRIMERA PIEDRA CRISTIANA?
San Pedro, uno de los discípulos de Jesús, fue según la tradición cristiana, el primer papa a quien se le encomendó dirigir la iglesia y el primado apostólico. Shimón bar loná (1 a.C - 58 d.C), nacido en Betsaida (Galilea), casado y con una hija, dejó su humilde vida como pescador para convertirse en Pedro, uno de los apóstoles de Jesús. No obstante, hay algunas contradicciones entorno a su figura. Según los teólogos protestantes, tras el inicio de la iglesia cristiana romana vinculado a la numerosa colonia judía establecida entre los años 41 al 54, Pedro se trasladó a Roma en el años 58, donde permaneció hasta su martirio y muerte a manos del emperador Nerón. Allí escribió su primera epístola dirigida a las comunidades cristianas y arbitró el Concilio Apostólico de Jerusalén, que dio lugar a la primera escisión entre los cristianos y sus raíces judías. "Sin embargo, los teólogos católicos coinciden en que no hay pruebas fiables de que Pedro estuviera nunca a cargo de la Iglesia de Roma como obispo o cabeza suprema", afirma el teólogo suizo Hans Küng en su obra La Iglesia Católica. Según el libro Hechos de los Apóstoles, la actividad misionera de Pedro le llevó a realizar curaciones a las p0uertas del templo, resucitar a una joven y a ser encarcelado por Herodes Agripa. Pero no fue esta labor la que magnificó su figura en la historia del cristianismo, sino su consideración como nexo de unión entre lo humano y lo divino. "Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella", frase extraída del pasaje bíblico Mateo 16:18, que supuestamente recoge palabras dichas por Jesús y que confirmaría este vínculo en el que Pedro hipotéticamente fue el primer pilar de la iglesia en la tierra. De esta manera, Pedro, sus sucesores y la propia iglesia cristiana se proclamarían representantes del poder de dios entre los mortales. Sin embargo, según los teólogos, la anterior frase fue una interpolación o añadidura de historiadores de la época al texto original para dar consistencia a esta historia. Por otro lado, aquí surge otra contradicción. No tenía ningún sentido fundar una iglesia que representara al fin de los tiempos. Así lo corrobora Kung en su libro anteriormente mencionado: "Los estudiosos de la Biblia coinciden en este punto: Jesús no proclamó una iglesia, ni a sí mismo, proclamó el reino de Dios. Guiado por la convicción de hallarse en una época próxima a su fin, Jesús deseaba anunciar la inminente llegada del reino de Dios, del gobierno de Dios, con vistas a la salvación del hombre", explica.
ESTADOS PONTIFICIOS Y DOGMAS: ENGAÑO PLANIFICADO.
Silvestre (314-335) fue el papa número 33. Su pontificado se caracterizó por permitir la continua intervención del emperador Constantino I el Grande en le Gobierno de la Iglesia, quien instituyó el cristianismo como religión oficial del imperio romano, favoreciendo así su asentamiento y expansión. Por otro lado, la Donación de Constantino, un decreto emitido supuestamente por mandatario, reconocía la soberanía religiosa y política de Silvestre I sobre las provincias de Italia y el resto del imperio de Occidente, dando lugar a la creación del patrimonio de San Pedro y a la posterior consolidación de los llamados Estados Pontificios, territorios de la península itálica bajo la autoridad papal entre los años 751 al 1870. No obstante, en 1440 el humanista Lorenzo Valla demostró que la Donación de Constantino era una falsificación tras realizar un análisis lingüistico. Contenía giros idiomáticos y palabras que no existió en la época de la que supuestamente procedía. A esta conclusión llegaron también el cardenal Nicolás de Cusa y el teólogo Reginald Pecocke. El papado nunca ha reconocido oficialmente este hecho, aunque el documento dejó de ser mencionado como sustento legal del origen de los Estados Pontificios a partir de mediados del siglo XV. Pero este no fue el `´unico hecho relevante durante el papado de Silvestre I. La celebración del Concilio de Nica en el año 325 supuso el establecimiento de algunos de los dogmas más importantes del cristianismo. A este acto acudieron cerca de 300 obispos cristianos, dos de los cuáles representaban a Silvestre I, quien no pudo asistir debido a su avanzada edad. Durante este cónclave, se decidió por votación general de los prelados que se instauraría la creencia de que había un solo dios padre omnipotente creador de todas las cosas visibles e invisibles, que Jesucristo era unigénito del Padre, es decir, hecho de la sustancia de este, al igual que todas las cosas;que habitó entre los hombres, que murió y resucitó al tercer día para posteriormente ascender. Estas y otras cuestiones fueron trasladadas al Credo de Niceno o Credo de los apóstoles, una oración transmitida a lo largo de los siglos a toda la cristiandad, consolidando así la doctrina de los creyentes de todo el orbe cristiano.
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EL PAPA SILVESTRE Y CONSTANTINO I, fresco del siglo XIII |
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LA IMPORTANCIA DEL PAPADO MEDIEVAL.
Durante la primera etapa de la Edad Media la separación de Bizancio de la Iglesia de Roma dio lugar a la guerra contra el Islam, por lo que los gobernantes eclesiásticos adquirieron especial relevancia. Tal fué el caso de Gregorio I (590-604), más conocido como Gregorio Magno. Considerado uno de los padres de la iglesia junto a Jerónimo de Estridón, Ambrosio de Milán y Agustín de Hipona, realizó, según Philippe Henne, profesor en la Universidad Católica de Lille (Francia) , una labor encomiable. "En el 580 el Ródano, el Po y los demás ríos se desbordan y devastan los campos prontos para la cosecha. En el 589 y en el 590 la sequía provoca una gran hambruna durante dos años consecutivos [...]. Desde septiembre del 590, pocos días después de su consagración, suplica al prefecto de Sicilia que haga llegar suficiente trigo [...]" Señala Henne en su obra biográfica Gregorio Magno, pues parece ser que durante su mandato, el pontífice se encargó de proveer de alimentos a la ciudad asotada por el hambre y la peste. Distribuyó limosnas para socorrer a lso pobres a través de los ingresos económicos que generaban las posesiones de la Iglesia e intentó sin éxito que las autoridades imperiales de Ráena arreglaran los acueductos de Roma, destruidos por el rey ostrogodo Vitiges en el 537. Sin embargo, esta imagen benevolente y benefactora contrasta con las opiniones de otros estudiosos del tema. Según el historiador alemán Karlheinz Deschner, autor de Historia Criminal del Cristianismo, este pontífice tenía una doble moral, pues pese a que predicaba el arrepentimiento y advertía sobre el fin del mundo, pretendía extender su poder a cualquier precio: cárcel, tortura, toma de rehenes, saqueos y sobornos. "La avaricia de los prelados está documentada por testimonios de todas las épocas, así como el enriquecimiento privado de papas, obispos y abades, sus lujos generalmente desaforados, las malversaciones del patrimonio eclesiástico en beneficio de parientes [...] la práctica del soborno incluso por parte de las más famosos doctores de la Iglesia como el papa Gregorio I [...]. Todo ello consecuencia de la plétora de privilegios de que disfrutaba el alto clero", asegura Deschner en su obra. Durante la Edad Media, la mayoría de los papas eran forzados a renunciar o morían envenenados, en prisión o quemados vivos. Era una época de feroces cambios en el trono de Pedro. Tal fue el caso de Esteban VI (896-897), quien fue depuesto, encarcelado y ahorcado por los seguidores del papa Formoso (891-896), quienes se indignaron al enterarse que Esteban VI había desenterrado, vestido y sometido a juicio al cadaver de Formoso para posteriormente tirar sus restos al río Tiber. Otros papas que murieron masacrados fueron Juan VIII (872.882), León V (903), Anastasio III (911-913) y Juan X (914-928), en muchos casos a manos de familias poderosas e influyentes. No corrió con la misma suerte Benedicto IX, pues llegó a ser pontífice en tres ocasiones, entre el 1032 y el 1055. Quizá su permanencia en la silla apostólica estuviese garantizada por pertenecer al la familia de los condes de Túsculo, un notable linaje romano que arbitraba asuntos políticos y religiosos. El esplendor del papado como institución comenzó con Nicolás II (1058-1061), quien introdujo un nuevo sistema de elección papal en el que tanto el emperador como la nobleza romana dejarían de intervenir directamente. El candidato debía ser propuesto por los cardenales obispos, su aceptación o rechazo correspondería al colegio cardenalicio, y el candidato se presentaría a los cardenales presbíteros. El clero restante y el pueblo romano solo podrían realizar una aprobación posterior, mientras que el emperador solo tendría derecho de consenso, nunca de oposición. Por su parte, el papa Gregorio VII publicó en 1075 el Dictatus Papae, veintisiete principios donde especificaba el papel del pontífice respeocto a los poderes temporales, especialmente con el emperador del Sacro Imperio. Este texto supuso una reforma radical en la que se reconocía la papa como obispo universal, por encima de los fieles, los clérigos, los obispos, las iglesias y los concilios. Se estableció también que principes, reyes y hasta el propio emperador debían sometimiento al papa. El Concilio de Letrán (1215), convocado durante el pontificado de Inocencio III (1198-1216) y considerado el primer concilio universal, acabaría de consolidar la hegemonía social y política de la iglesia en esta etapa de la historia. Por su parte, hubo otros papas que impulsaron grandes obras arquitectónicas y artístias. Nicolás V (1447-1455) mandó construir la actual Basílica de San Pedro y fundó la biblioteca Vaticana. Sixto IV (1471-1484) ordenó levantar la Capilla Sixtina, decorada por Miguel Ángel. Casi al final de la Edad Media e inicios del Renacimiento hubo dos poderosas familias que destacaron: lso Borgia, por su falta de escrúpulos, coruptelas y escándalos y lo Medici, por su mecenazgo en las artes y al cultura. Calixto III (1455-1458) fue el primer papa Borgia. Durante su papado, promulgó la bula Inter Caetera por la que garantizaba a los portugueses la exlusividad de la navegación a lo largo de la costa africana. Además, intentó reconquistar Constantinopla, que había caído en manos turcas en 1453. Algunos años depués fue elegido papa su sobrino Alejandro VI (1492-1503), quien pese a sus habilidades políticas, es más recordado por las intrigas y conspiraciones en las que se vio involucrado para afianzar su poder.
Papa Nicolas V.
LAS CRUZADAS Y LAS RUTAS COMERCIALES.
"Del Jefe es de quien debe partir la reforma y la regeneración ; él es quien debe declarar la guerra al vicio, extirparlo y echar los fundamentos de la paz en el mundo; él debe socorrer a todos los que son perseguidos, por que aman la justicia y la virtud", decía el papa Gregorio VII en una de sus cartas, donde ponía de relieve la importancia de la religión en el orbe cristiano y la defensa de los creyentes. Estas palabras eran sin duda, el preludio del deseo de unión de los países cristianos contra lo que ellos consideraban el enemigo común: El Islam. Años depués esa idea fue materializada a través de Urbano II (1088-1099) en 1095, al invitar a los pueblos cristianos a luchar contra lso turcos, idea que se extendería a las cortes de las naciones europeas mediavales más importantes como Francia, Inglaterra, Alemania y Hungría. Como consecuencia de esta "Guerra Santa", las rutas comerciales terrestres y marítimas se expandieron, dando paso al intercambio de productos como las especias y la seda de lugares distantes entre sí; a la prevalencia del dinero sobre el trueque, al perfeccionamiento de armas y a la desaparición de los señores feudales como antesala de la burguesía, una nueva clase social compuesta fundamentalmente por comerciantes y artesanos que habían alcanzado una buena posición económica.
LOS MÁS NEFASTOS PAPAS DEL CRISTIANISMO.
"Los actos humanos son actos morales, por que expresan y deciden la bondad o malicia del hombre mismo que realiza esos actos. Estos no producen solo un cambio en el estado de cosas externas al hombre, sino que, en cuanto decisiones deliberadas, califican moralmente a la persona misma que los realiza y determinan su profunda fisonomía espiritual" decía Juan Pablo II en su Veritatis Splendor, encíclica emitida en 1993 cuyo contenido versaba en torno a "algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la iglesia". Paradójicamente, los preceptos recogidos en esta circular y que están en la línea de los establecido por la Iglesia desde sus inicios, parecen haber sido ignorados por algunos miembros del alto clero del Vaticano, quienes debido a su reprochable papado marcaron de forma nefasta la sociedad en la que les tocó vivir. Tal fue el caso de Juan XII (955-964) quien pidió protección al emperador Otón de Sajonia contra el rey Berengario II de Italia para después traicionarle y llevarse consigo tesoros eclesiásticos. El emperador depuso al Papa acusándole de incesto, perjurio, homicidio y sacrilegio. Juan XII, cuya vida sexual era muy agitada, murió manos del marido de una de sus amantes. Benedicto IX (1032-1048), de quien se dice abusaba de menores en el Palacio de Letrán, caracterizó su papado por expoliaciones y homicidios que le llevaron finalmente al exilio. "Papas como Juan XII o Benedicto IX fueron sin duda hombres de vida personal desordenada; pero jamás trataron de relajar la ley moral o la disciplina eclesiástica del celibato del clero para legalizar así su propia conducta" afirma Franciso Ansón en su obra Fernando III:Rey de Castillas y León. Bonifacio VIII (1294-1303), quien mandó matar a toda la población de la ciudad italiana de Palestrina, rompió su celibato y cometió adulterio al mantener relaciones con una mujer casada y su hija. Y por si esto fuera poco, adquirió fama de pedófilo. A Clemente VI (1342-1352), el poeta Petrarca llegó a apodar "Dionisos eclesiástico", por su promiscuidad. Por su parte, Sixto IV (1471-1484) nombró a más de 25 sobrinos y familiares en cargos de autoridad. Tuvo seis hijos ilegítimos, uno de ellos con su hermana. REcaudó uno impuesto eclesiástico vinculado a la prostitución y cobraba a los sacerdotes por tener amantes. Si bienlelvó a cabo una importante labor arquitectónica como dar la orden de que se construyese la Capilla Sixtina - de ahí el nombre dle edificio-, su autorización para la puesta en marca de la Inquisición y también tuvo hijos ilegítimos a los que reconoó. Rodrigo de Borgia, conocido posteriormente con Alejandro VI (1492-1503) protagonizó sonadas orgías, una de las cuales fue conocida como la "Justa de las Putas", en la que llegó a invitar a una cincuentena de bailarinas a quienes sugirió que se desnudasen en torno suyo y estuviesen disponibles sexualmente los hombres de aquella reunión. Su cuerpo fue expulsado de la Basílica de San Pedro por ser considerado indigno de ser enterrado en suelo sagrado.
Papa Alejandro IV
INFALIBILIDAD PAPAL: ¿CARTA BLANCA AL PONTIFICADO?
En 1870, con la clausura del concilio Vaticano I, Pío XI consiguió reforzar el poder papal frente al de emperadores y reyes al no incluir en este a monarcas católicos y por tanto incidir en cambios sociales a través de decisiones que se votarían solo entre clérigos. Durante este cónclave, cuya duración fue de siete meses (entre el 8 de Diciembre 1969 al 18 de julio de de 1970)dividido en cuatro sesiones, se discutió principalmente sobre la infalibilidad pontificia (dar por hecho que el papa, haga lo que haga, no se equivoca) y las relaciones entre fe y razón. Hubo acaloradas discusiones a favor y en contra, como las mantenidas por los teólogos Josph Ignaz von Döllinger y Félix Dupanloup por sus posturas contrarias a la infalibilidad papal. Por otro lado, durante el concilio fueron expuestas dos tesis: el racionalismo y el galicanismo, es decir, raciocinio frente a la separación eclesiástica de Francia con Roma y el Papa. Llegaron a un concenso en el que consideraban que una doctrina racionalista era insuficiente para explicar la Trinidad, la Encarnación o la Redención. Además, rechazaron el ateísmo, el materialismo,el panteismo, y el tradicionalismo fideísta. La aceptación de la infalibilidad papal como dogma de fé tuvo consecuencias inmediatas. A partir de esta condición el papa podía reasegurar su permanencia frente a restaurar el status quo político y religioso, los Estados Pontificios aseguraban su permanencia frente al intento de unificación italiana y se daba una respuesta al galicanismo. Además, es muy probable que a partir de ese momento comenzara la devoción que millones de fieles profesan hacia todo aquél que ocupa el trono de Pedro.
Concilio Vaticano I
ENCÍCLICAS RENOVADORAS.
Las encíclicas, consideradas los documentos más importantes redactados por los pontífices, son cartas solemnes destinadas a obispos y fieles católicos de todo el mundo. Su origen lo encontramos en la epístolasd el Nuevo Testamento y su contenido aborda temas religiosos, sociales, morales y éticos que más de una vez han sido objeto de debate. habitualmente están escritas en latín, idioma oficial de la Santa Sede, aunque se traducen a otras lenguas del mundo. La primera encíclica de la historia fue firmada por Benedicto XIV en 1740, quien tras ser elegido, publicó Urbi primum, escrito que explicaba la función de los obispos. En los últimos doscientos años, la iglesia católica ha publicado un total de 297 encíclicas algunas de las cuales han marcado el curso de la historia por su patente carácter social y político evidenciando errores y condenando tendencias o movimientos. Tal fue el caso de Rerum novarum, escrita por León XIII en 1891, y en la que denunciaba la deplorables condiciones de trabajo de la clase obrera en plena Revolución Industrial. "Es difícil realmente determinar los derechos y deberes dentro de los cuales hayan de mantenerse los ricos y proletarios, los que aportan el capital y los que ponen el trabajo. Es discusión peligrosa, por que de ella se sirven con frecuencia hombre turbulentos y astutos para torcer el juicio de la verdad y para incitar sediciosamente a las turbas. Sin embargo, vemos claramente, cosa en que todos convienen, que es urgente proveer de la manera oportuna al bien de las gentes de condición humilde, pues es mayoría la que se debate indecorosamente en una situación miserable y calamitosa". La misiva tuvo tal impacto que transformó las relaciones de trabajo en aquella sociedad, dando lugar a la Carta Magna del Trabajo, un documento en el que la iglesia pedía que se respetaran los derechos al trabajo, a la propiedad, a la subsistencia de la familia, y recordaba al estado su deber de intervenir en la solución de los problemas sociales. Además se crearon sindicatos y asociaciones obreras de inspiración cristiana en Alemania, Bélgica, Holanda, España y Francia. Otras encíclicas influyentes han sido Pacem in Terris (Paz en la Tierra) de Juan XXIII, escrita en 1963, durante la Guerra Fría. El texto alentaba la paz entre todas las naciones y condenaba la carrera armamentista. "Es imposible pensar que en la era atómica la guerra pueda ser utilizada como instrumento de justicia", afirmaba Juan XIII. Populorum progressio fué otra encíclica de índole social elaborada por Pablo VI, y publicada en 1967, sobre el "progreso de los pueblos". En esta, la Iglesia afirmaba que solo con el desarrollo social se puede alcanzar la paz entre los pueblos. Sobre la globalización trata la tercera encíclica de Benedicto XVI, Caritas in veritate, vinculada a Populorum Progressio (1967) de Pablo VI y a la Centesimus Annus (1991) de Juan Pablo II, dedicadas a examinar la globalización y a gobernar con ética creando una nueva autoridad política mundial basada en la solidaridad y la caridad. Una de las encíclicas más comprometidas con su tiempo fue Mit brenneder Sorge (Con ardiente inquietud) del papa Pío XI, publicada el 14 de marzo de 1937. Abordaba la situación de la iglesia en la Alemania nazi e hizo frente al temido régimen de Hitler. "Todo el que tome la raza, o el pueblo, o el Estado , o una forma determinada del Estado , o los representantes del poder estatal u otros elementos fundamentales de la sociedad humana [...] y los divinice con culto idolátrico, pervierte y falsifica el orden creado e impuesto por Dios", advertía Pio XI en tono cr´ticio respecto a los tintes religioso y las teorías raciales del regimen nacionalsocialista alemán. Sorprendemente, pese a la réplica que inmediatamente dio el órgano ofical del Partido Nazi, Joseph Goebbels, el ministro aleman de propaganda, decidio ingorar dicha encíclica.
"La religión es un sistema de creencias institucionalizadas que tiene el poder de motivar y orientar la conducta del individuo. La religión sirve para mantener y fomentar la siempre precaria integración de los sistemas sociales y desarrolla una función positiva de significado absoluto de la existencia", afirma el sociólogo norteamericano Talcott Parsons, mientras que el filósofo alemán Karl Marx se refiere a la religión como "una ideología fabricada pra cubrir la inmoral e injusta estructura socioeconómica [...] una aceptación resignada de las realciones serviles y el sometimiento al patrón, que actúa como la más absoluta de las divinidades". Ambas visiones podrían explicar por qué el cristianismo, y con este la figura del papa, han perdurado hasta nuestros días. Como ya se ha visto en esta entrada, desde sus inicios, el papel preponderante de los pontífices, no solo en el ámbito religioso, sino en el social, político y económica, ha propiciado numerosos cambios en las sociedades, superando con creces las expectativas de Constantino I y Teodosio I cuando se legaliza (año 313 d.C) e implanta (año 380 d.C) respectivamente el cr4istianismo como culto oficial del imperio romano. Solo el tiempo dirá si esta religión y sus gobernantes mantienen su influencia sobre las sociedades del futuro.